LITERATURA Y ARQUITECTURA (III): «BILENIO » Y LAS VIVIENDAS-CUBÍCULO

La edad de oro de la ciencia-ficción

En el pasado siglo, a partir de los años 30 el género de la ciencia ficción experimenta una popularidad y un impulso notables, principalmente cuando John Campbell se convierte en director de Astounding Science Fiction. Este impacto del género se prolonga durante varias décadas-Primera Edad de Oro- pero decae cuando la realidad de los avances tecnológicos supera a la ficción, experimentando un nuevo repunte en los 60 y los 70 -segunda Edad de Oro de la Ciencia ficción.

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Portada del primer número de Astoundig Stories of Super-Science, 1930. Wikipedia

Si bien a ojos de hoy las novelas de la primera época pueden parecernos inocentes y anticuadas para su propio tiempo, con la irrupción en la segunda y final de la primera de grandes escritores como Isaac Asimov, Robert Silverberg, Ray Bradbury, Philip K. Dick, Paul Anderson y otros, el género se ensancha y transgrede sus propios límites, evolucionando desde los platillos volantes a la novela sobre temas inexplorados, como la inteligencia artificial, la consciencia y el mundo interior y la visión catastrofista de un mundo futuro dominado por la tecnología y el capitalismo salvaje.

Algunas novelas de estos autores han sido llevadas al cine con gran éxito, como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick (Blade runner, 1982); El centinela , de Arthur C. Clark (Odisea en el espacio, 1968); Podemos recordarlo por usted, de Philip K. Dick (Desafío total, 1990); Yo, robot, de Isaac Asimov (Yo robot, 2004); El ruido de un trueno, de Ray Bradbury (El sonido del trueno, 2004).

Se busca  cubículo compartido

«Bilenio» es el cuento que da título a un libro de relatos escrito  por J. G. Ballard en 1962. Nos presenta un futuro distópico próximo al año 2.000 -de ahí el título- en una ciudad del superpoblado  planeta Tierra,  que concentra la casi totalidad de sus 20.000 millones de habitantes  en asfixiantes guetos urbanos. El control del alojamiento está en manos del gobierno, que asigna a cada ciudadano sus espacios personales o habitáculos, con una superficie máxima de 4 m2. A medida que la población crece, las autoridades se ven obligadas a subdividir los espacios existentes y reducir el tamaño de éstos, incluso dividiendo horizontalmente los grandes edificios públicos para crear cientos de cubículos.

El protagonista, Ward, se acaba de trasladar a un habitáculo de cuatro metros cuadrados y medio, es decir, medio más del establecido por persona, pues se había aprovechado ilegalmente el hueco dejado por una chimenea empotrada. Esto le permite colocar una silla para las visitas entre la cama y la puerta, todo un lujo: «En la mayor parte de los cubículos simples el anfitrión y el huésped tienen que sentarse en la cama uno al lado del otro, conversando por encima del hombro y cambiando de lugar de cuando en cuando para evitar que se les endurezca el cuello».

Ward y su amigo Rossiter comparten sus preocupaciones y también sus aspiraciones. Corre el rumor de que van a reducir los espacios disponibles a tres y medio metros cuadrados porque la ciudad crece un millón de habitantes por año, a una tasa anual del tres por ciento. Por eso piensan que no es mala idea encontrar alguna chica y casarse, lo que da derecho a un habitáculo de seis metros cuadrados.

El relato no está exento de pinceladas  de humor, como la escena en que el administrador del edificio advierte a Ward: «Ha superado usted el límite de los cuatro. Es indiscutible. Yo podría alquilarlo como doble. Nuevas normas, acaban de salir. Más de cuatro y medio es ahora un doble. Bueno, ¿qué quiere? Un buen cuarto, hay espacio de sobra, casi podría ser un triple. ¿Qué pasa? Mire, si quiere un cuarto grande como este tiene que pagarlo. Me da medio alquiler más o se larga de aquí».

Meses más tarde Ward se ve obligado a trasladarse y a alquilar junto a Rossiter un cubículo doble. Al retirar un panelado, encuentran un cuarto oculto colindante de al menos cuatro metros cuadrados. Poco después piensan en compartirlo para compartir gastos,  pues hay espacio de sobra, y no tardan en convivir con ellos  otras cinco personas, al más puro estilo surrealista, absurdo  y cómico de los hermanos Marx en la escena del camarote de «Una noche en la ópera», en el que se introduce a 17 personas en cinco metros cuadrados.

La  escena del camarote de ‘Una noche en la ópera’, de los hermanos Marx .RTVE

Viviendas-cubículo y viviendas-nicho, hoy

El relato de Ballard resulta ciertamente irónico y anticipatorio, pues no hace falta recurrir a la literatura o al cine para encontrar hoy en día infraviviendas en zonas superpobladas del planeta, como las viviendas ataúd en Hong Kong a las que se han visto empujadas miles de personas por los alquileres desmesurados y la escasez de suelo para nuevas construcciones. La superficie de estos cubículos puede llegar ser de dos metros cuadrados.

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Vivienda-ataúd en Hong Kong. National Geographic

En la actualidad los arquitectos trabajan en soluciones de artefactos habitacionales de bajo coste para ofrecer viviendas dignas y asequibles en zonas superpobladas como Hong Kong y -en un futuro próximo- algunas ciudades europeas. Por ejemplo, Tube Housing es el último prototipo de vivienda creado por James Law Cybertecture, que propone implantar en antiguas tuberías de agua de 2,5 m. de diámetro apartamentos para dos personas formados por sala de estar, cocina y baño…. en poco más de 9 m².

Para saber más:

  • Bilenio, J. G. Ballard. Ed. Minotauro. 1962
  • La edad de oro de la ciencia ficción I y II, Isaac Asimov. Ed. Martínez Roca, 1976,
  • Tesis sobre la ciudad del futuro. Alexander Mitscherlich. Alianza Editorial, 1977