LITERATURA Y ARQUITECTURA (VII): «EL MANANTIAL » Y LOS RASCACIELOS DE MANHATTAN

UN NUEVO TIPO ARQUITECTÓNICO

El centro de negocios de Chicago experimentó a finales del siglo XIX la necesidad de una reconstrucción casi completa, como consecuencia del incendio de 1871. La especulación del suelo y el aumento de la población llevaron a buscar nuevos modelos en altura que aprovechasen mejor el espacio con una importante reducción de costes.

El movimiento definido como «Escuela de Chicago»- impulsado por Le Baron Jenney y continuada principalmente por L. Henry Sullivan – dio origen a los primeros rascacielos, de los que es considerado pionero el Home Insurance Building (1884) de doce plantas de altura y estructura metálica.

Fue sin embargo en Manhattan, con un espacio muy limitado y una escalada del precio del suelo aún mayor debido a su condición de isla, donde los rascacielos alcanzaron su máximo desarrollo. Uno de sus primeros representantes fue el Flatiron Building, de 1902, con composición tripartita de palazzo renacentista.

El manantial
Flatiron Building (1902) . Wikimedia commons

En las primeras décadas del siglo XX Nueva York se apartó del estilo inicial marcado por la Escuela de Chicago y evolucionó a un estilo ecléctico -en algunos casos de dudoso gusto – con influencia de la Antigüedad Clásica, del Renacimiento y del Barroco. A partir de los años 20 se construyeron edificios inspirados en un movimiento procedente de Francia, el Art Decó, del que resultaron edificios emblemáticos como el Empire State Building y el Chrisler Building.

Sería ya en el período de entreguerras cuando los rascacielos de Nueva York se entregaron a la influencia del estilo internacional derivado del movimiento moderno y las vanguardias europeas. Su máximo exponente, el Edificio Seagram (1958) de Mies van der Rohe y Philip Johnson, en Park Avenue.

UN BEST SELLER DE LOS AÑOS 40

El manantial es una novela de Ayn Rand publicada en 1943 que cuenta la historia de Howard Roark, un arquitecto idealista e inconformista que se enfrenta al estilo y gusto popular imperante para defender su libertad individual y su visión de una arquitectura innovadora, funcional y desprovista de todo ornato superfluo. El libro es todo un manifiesto de la filosofía objetivista, que la autora misma define como la «búsqueda personal de la felicidad por medio de la razón».

Para darnos a conocer el estilo imperante en la arquitectura de Manhattan, aclamado por las revistas especializadas y por el público en general, en el capítulo IV de la novela el arquitecto Guy Francon lee una crítica favorable sobre uno de sus rascacielos:

«…Otra notable cima de la arquitectura metropolitana, el edifico Melton, de Francon & Heyer. La disciplina de la inmortal tradición ha servido aquí como factor de cohesión (…) Resulta deslumbrante advertir que sus molduras, repetidas con deliberada y elegante monotonía desde
la tercer planta hasta la decimoctava, estas líneas largas, rectas y horizontales son el principio moderador y nivelador(…)»

El manantial novela
Manhattan Civic Center Building (1914). Shutterstock

Más adelante se va desgranando el concepto de la arquitectura de Roark en las conversaciones con sus primeros clientes, con encargos sobre todo de viviendas unifamiliares.

«-Señor Janss, cuando usted compra un automóvil no quiere que tenga guirnaldas de rosas en las puertas, un león en cada guardabarros, o un ángel sentado en la capota. ¿Por qué no lo quiere?

-Eso sería estúpido -manifestó Janss.

-¿Por qué estúpido? Yo creo que sería hermoso. Además, Luis XIV tenía un coche así y lo que era bueno para Luis XIV debe ser bueno también para nosotros. Así no nos dedicaríamos a innovaciones imprudentes y no romperíamos la tradición.

-¡Usted sabe muy bien que no cree en nada de eso!

—Ya sé que yo no lo creo, pero eso es lo que usted cree, ¿no? Tome ahora el cuerpo humano. ¿Le gustaría ver un cuerpo humano con una cola rizada y plumas de avestruz en el extremo? ¿Y con orejas en forma de acanto? Sería ornamental, en lugar de la fealdad desnuda y severa que tenemos. Bien. ¿Por qué no le gusta la idea? Porque sería extraña e insustancial, porque la belleza del cuerpo humano es tal, que no tiene un solo músculo que no sirva a un propósito determinado, no hay una sola línea inútil; cada detalle obedece a una idea, la idea de un hombre y de su vida. ¿Me dirá usted que cuando se trata de un edificio lo quiere contemplar como si careciese de sentido o de propósito alguno, que lo quiere estrangular con adornos, que quiere sacrificar su propósito a su envoltura, no sabiendo siquiera para qué quiere semejante envoltura? ¿Quiere que parezca una bestia híbrida producida por el cruce de bastardos de diez especies diferentes hasta que obtenga una criatura sin intestinos, sin corazón ni cerebro, una criatura toda piel, cola, garras y plumas? ¿Por qué? Dígamelo, porque nunca he podido comprenderlo».

Los encuentros para primeros proyectos son realmente desencuentros con sus clientes, como la entrevista con la señora Wayne Wilmot para su futura casa de campo:

«En cuanto al estilo de la casa, Sr. Roark, será estilo Tudor inglés. Adoro el estilo Tudor. Esto no es lo que yo quiero. Mis amigos dicen que yo tengo personalidad isabelina. Estoy segura de tener buen gusto y sé mucho sobre arquitectura, hice un curso especial en el club. Tendré una
casa estilo Tudor, ni me molesto en discutirlo».

Howard acaba rechazando el encargo. Por similares derroteros discurre la entrevista con el señor Mundy.

«Ahora tengo mucho dinero, y siempre soñé con tener una casa como la de una antigua plantación en Georgia a la que iba a entregar pedidos. Esa es la casa que quiero, pero no en Georgia, sino aquí, en la ciudad».

Cuando Howard rechaza en proyecto y su cliente le contesta que no lo entiende porque después de todo «tienes que vivir» el arquitecto sentencia: «No así».

Más adelante, Roark presenta sus bocetos para una casa unifamiliar a los señores Sanborn, una vivienda de piedra rústica y grandes cristaleras cristal integrada en una ladera. Ella comenta: «¿No podemos añadir unas torrecillas, aquí en las esquinas?. Demasiado tejado plano. Podríamos añadir parteluces a las ventanas. No entiendo por qué son tan grandes, se pierde intimidad. ¿Y algún tipo de cornisa almenada?» En este caso el señor Sanborn acaba firmando los bocetos en contra del criterio de su esposa.

Conviene aclarar que en la novela se califica reiteradamente como modernistas a los arquitectos como Roark cuando evidentemente -no sabemos si equivocadamente o por arte de la traducción- no se refiere a los partidarios del Art Noveau sino del movimiento moderno y las vanguardias europeas de principios del siglo XX.

En el transcurso de la novela y a medida que afronta nuevos desafíos, la integridad y rebeldía del protagonista se irán enfrentando al favor del público, al gusto de las masas y a la relevancia social en defensa de su libertad creativa.

GARY COOPER, UN JOVEN ARQUITECTO… DE 49 AÑOS

El libro se había convertido en un superventas de la década de 1940 y su popularidad aumentó cuando en 1949 King Vidor rodó la película basada en él y con el mismo título protagonizada por Gary Cooper.

Inicialmente Cooper mostró al director sus reparos para desempeñar el papel de un arquitecto supuestamente recién licenciado en busca de sus sueños, puesto que el año del rodaje de la película el actor tenía nada más y nada menos que 48 y la coprotagonista, Patricia Neal, 23.

King Vidor solucionó este inconveniente haciendo que en los años de estudiante y primeros trabajos de Roark éste apareciese de espaldas, con unos planos y encuadres notables. Más adelante se supone a un Roark algo mayor, pero aún había de ser necesariamente joven si buscaba sus primeros trabajos, pero la maestría y el atractivo natural de Cooper harían el resto.

El manantial película
Fotograma de la película «El manantial. Cineclassic

Dejando a un lado el intenso drama romántico entre Howard y Dominique en la película se muestra, con motivo de varios proyectos en los que trabaja el protagonista, su honestidad y la defensa de sus ideales y convicciones enfrentándose a un punto de vista generalmente carente de fundamento racional.

Es muy interesante la escena de la presentación del proyecto para una nueva sede ante el Consejo del Banco de Manhattan, una torre de acero y cristal que recuerda a edificios emblemáticos del Movimiento Moderno, como el Seagram que Mies van der Rohe proyectará en los años 50.

El presidente expone que el público no aceptará un edificio sencillo y austero como ése. Un banco ha de tener un pórtico clásico y «ustedes los modernistas no le dan importancia a la fachada. El hijo de un compañero del consejo está estudiando arquitectura y ha hecho una propuesta». Y superponen a las fachadas un postizo formado por un pórtico dórico, una cornisa en el remate y ornamento griego estilizado. Dejaremos por descubrir a los lectores de la novela la resolución o continuidad de este encargo y muchos otros que se suceden en la trama.

El manantial película
Fotograma de la película «El manantial» Architect magazine

Para concluir, quizás es necesario recordar que el diálogo y el intercambio de ideas son enriquecedores, pero no se pueden intercambiar cuando se está falto de ellas, tal como sentencia el célebre escritor y filósofo británico G.K. Chesterton: «Las ideas son peligrosas, pero el hombre para el cual son más peligrosas es el hombre sin ideas».

Para saber más:

  • «El manantial», Ayn Rand. Ed. Deusto, 2019.
  • Thirteen months to go. The creation of Empire State Building. Geraldine B. Wagner. Terrel Creative, 2003